La historia de la fealdad está, así pues, mucho mejor expuesta para el ojo que para la mente, al igual que sucedía en el precedente volumen Historia de la belleza, que Lumen editó unos meses antes del que reseñamos. Libros complementarios y en algún epígrafe redundantes si se lee uno a continuación del otro, el examen exhaustivo del primero nos revela lo que el segundo omite: las páginas que conforman esta larga historia proceden, con adaptaciones y añadidos, de un cd-rom producido en el año 2002 por Motta On Line y a cargo de Umberto Eco, aunque, sigue la minúscula nota explicativa encontrada en los créditos de Historia de la belleza, tan sólo la mitad de lo escrito se debe a Eco, siendo el resto, así como la amplia antología de textos, labor de Girolamo de Michele. Aclarado ese punto, el lector de Historia de la fealdad (donde no se especifica tal división del trabajo) será, quizá, más indulgente a la hora de disculpar las frecuentes banalidades de una exposición apresurada y superficial como la que, esta vez de la mano de Bajtin, ocupa un par de páginas en el capítulo v, subtitulado Lo feo, lo cómico, lo obsceno, o la generalización tan sangrante que, en el capítulo ii, lleva (a Eco, al Otro?) a escribir algo así: En la literatura moderna son innumerables las variaciones sobre el triunfo de la muerte, y basta citar como ejemplo a Baudelaire y un texto reciente de DeLillo (las chillonas negritas no son nuestras, sino de la obra).
No sorprenderá, por consiguiente, que esta abultada casa de citas que es la obra ofrezca sus mejores sorpresas entre las fuentes textuales, en las que, al igual que sucede con las visuales, adivinamos un gusto preponderantemente morboso y esquinado. Eco (seguramente él) nos recuerda en el capítulo iv de Historia de la fealdad que la latinidad clásica condenó el llamado estilo asiático (más tarde denominado africano) en oposición al equilibrado estilo ático, citándose a continuación las ásperas palabras de san Jerónimo contra las fealdades del exceso: Existen hoy tantos escritores bárbaros y tantos discursos que resultan confusos debido a vicios de estilo que ya no se entiende ni quién habla ni de qué se habla. Todo se hincha y se deshincha como una serpiente enferma que se rompe al intentar enroscarse. Por fortuna, la historia de las artes se ha nutrido (e incluso atiborrado, diría yo) de todos los estilos, incluyendo los más enroscados y deletéreos, representados genéricamente por los decadentismos sucesivos, que en este libro relucen, con especiales brillos manieristas y simbolistas; el manierismo pictórico con las figuras serpentinas de tantas de sus ilustraciones, y el simbolismo literario de fines del siglo XIX con los numerosos ejemplos recogidos de lo que Oscar Wilde, con más delectación que sarcasmo, llamó precisamente la prosa asiática en su retrato del poeta, pintor, anticuario y falsificador asesino Thomas Griffiths Wainewright, al que dedica el magnífico ensayo Pluma, lápiz y veneno (un estudio en verde) dentro de su trascendental obra Intenciones.
Pdf Historia De La Fealdad Umberto Eco
A no dudar, el capítulo más satisfactorio de Historia de la fealdad es el viii, titulado Brujería, satanismo, sadismo. Escueto en la argumentación, pero particularmente agradecido en las citas, se trata de la parte donde Eco (o habría que hablar de su alter eco?) planea y resume mejor, ilustra con atinado rebuscamiento (y señalo el voluptuoso y para mí desconocido Martirio de Santa Inés del pintor del siglo XVII Francesco del Cairo, perteneciente a la colección del escenógrafo y director teatral Pier Luigi Pizzi) y expande sus argumentos con una rica selección de citas donde conviven sin aparente desequilibrio Ian Fleming, el Marqués de Sade, François Villon y hasta el propio Eco, en un largo fragmento tomado de su novela La isla del día de antes.
De este modo tan impávido y a la vez tan maligno, quien sea responsable de esa página 393 establece el corolario de la historia de la fealdad y abre para nosotros el futuro de nuestros errores; la vía de una decrepitud tal vez remediable, si no en el físico, al menos en la química de nuestras emociones estéticas.
Para entrar en Historia de la fealdad en necesario advertir al lector que está ante una derivada, soberbia eso sí, de Historia de la belleza. Algo que teniendo en cuenta que la escritura de Eco es muy rizómatica -vuelve sobre sus temas- no puede extrañar. En 2004 ve la luz el texto dedicado a lo bello y su éxito es inmediato e internacional. Las dos ideas básicas que cruzan ambos libros las encontramos ya en Obra abierta (1962) y en Apocalipticos e integrados (1964). Por un lado, considerar que toda expresión artística y sus consecuentes manifestaciones culturales, sean las que sean, deben entenderse en un marco histórico; y en segundo lugar, pensar que es necesario un método de análisis único, basado en la teoría semiótica, que permita interpretar cualquier fenómeno cultural como un acto de comunicación regido por códigos. Aunque Eco coincide en tiempo y espacio con la tremenda presión que en las universidades europeas supuso el estructuralismo de Claude Lévi-Strauss, Roman Jacobson y Ferdinand de Saussure, no sucumbió a la tesis según la cual el significado es un producto de la estructura. Vió con acierto que el lector interpreta un texto desde marcos de significado en los que la intencionalidad del sujeto no puede ser obviada.
Historia de la fealdad fue presentada por el propio Eco en la pasada Feria de Francfort. Las crónicas dicen que llegó al stand de Bompiani con su sempiterno puro, apagado porque las normas allí son muy estrictas, y sin dejar que le fotografiasen la cara de cerca; soltó que su editor, a la vista del éxito de Historia de la belleza, le había pedido la otra cara de la moneda, la Historia de la fealdad. En realidad, pese a que Eco ha estado siempre muy atento a los aspectos crematísticos derivados de su trabajo, la suya fue una decisión acertada porque desde un punto de vista intelectual lo feo tiene más interés que lo bello y es al mismo tiempo un territorio menos explorado en el que se entrecruzan con mayor sutileza los criterios de cada época, los de cada sociedad y las ideas estéticas de la representación de la fealdad.
Si en Historia de la belleza los textos de Umberto Eco se entreveraban con los de Girolamo de Michele, en esta entrega la autoría está compartida con un grupo de personas puesto a su disposición por Bompiani. De este modo, el texto propiamente dicho de Eco se reduce a las entradas de los distintos capítulos que, como hemos señalado, se complementan con ilustraciones y los textos escogidos. Con todo ello, se conforma la tesis central de este volumen: que la fealdad se construye atendiendo no ya a criterios estéticos sino a consideraciones políticas y sociales enmarcadas en momentos históricos concretos. En este sentido, Eco afirma que la relación entre lo normal y lo monstruoso puede invertirse en función del espectador. Aspecto éste más que dudoso, porque como el mismo autor escribe en la introducción, lo feo es sinónimo de repelente, horrendo, asqueroso, desagradable, grotesco, abominable, odioso, indecente, inmundo, sucio, obsceno, horripilante, enojoso, indecente, deforme o desfigurado. Y todo ello no es tan fácil de cambiar ni en lo personal ni en el imaginario colectivo.
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Tras laHistoria de la belleza, he aquí laHistoria de la fealdad. En apariencia, belleza y fealdad son conceptos que se implican mutuamente, y por lo general se considera que la fealdad es la antítesis de la belleza, hasta el punto de que bastaría definir la primera para saber qué es la segunda. No obstante, las distintas manifestaciones de la fealdad a través de los siglos son más ricas e imprevisibles de lo que comúnmente se cree.
Así que, tras haber contemplado a lo largo de estas páginas la fealdad natural, la fealdad espiritual, la asimetría, la falta de armonía y la deformidad, en un sucederse de lo mezquino, débil, vil, banal, casual, arbitrario, tosco, repugnante, desmañado, horrendo, insulso, vomitivo, criminal, espectral, hechicero, satánico, repelente, asqueroso, desagradable, grotesco, abominable, odioso, inmundo, sucio, obsceno, espantoso, abyecto, monstruoso, horripilante, vicioso, terrible, terrorífico, tremendo, repulsivo, nauseabundo, fétido, innoble, desgraciado, lamentable e indecente, el primer editor extranjero que vio esta obra exclamó: Qué hermosa es la fealdad! 2ff7e9595c
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